Mientras la batería retumbaba en el escenario, un «Aleluya» in crescendo se hacía paso hacia nuestras gargantas. Una comunión de voces llenas de ilusión, de timidez, de miedos y ganas explosionando en nuestros pechos. Esa noche nos convertimos en melodía.

No fue mi primer concierto con la Escuela, pero  fue  allí donde supe que el gospel ya había anidado en cada una de mis células.

Cantar en coro no es para todo el mundo. No, si no estás dispuesto a oír, a mirar y a sentir al otro, porque es en la unidad donde la música gospel hace su magia. Es la entrega, el amor y las ganas de aprender del grupo lo que hace que esas notas musicales fluyan como el agua y ardan como el fuego. Hay belleza en todo, incluso en cada nota desafinada que asciende y desciende hasta encontrar el tono correcto.

Cada ensayo es un espacio de aprendizaje, de inspiración, de encuentro…  donde descubrir y afianzar nuestro amor por la música; y una oportunidad para aquellos cuyas almas anhelan conectar con algo que va más allá de lo visible y finito.

Estar en la Escuela Gospel de Canarias me ha permitido conocer a personas muy diferentes, con historias de vida increíbles. 

En los ensayos se siente la energía del grupo: las ganas, la fuerza, la alegría… pero si sabes mirar,  también te encontrarás con la tristeza contenida de la semana en algunos rostros, el cansancio acumulado y esas heridas que arrastramos en momentos de nuestra vida; y da igual, porque siempre hay una canción que reconforta, una sonrisa o una mirada cómplice a tu derecha o a tu izquierda que se convierte en anclaje.

Nunca alcancé a imaginar todo lo que me llevaría de esta experiencia. Gracias por permitirme aprender (aprenderme) y descubrir (descubrirme). Cada día de esta aventura ha sido una REVELACIÓN.

Soraya Pérez Martín